sábado, diciembre 05, 2009

AMOR CON PALOMITAS

Lo confieso, soy una romántica total, idealista, ferviente devota de los detalles y los pequeños gestos que encierran un gran sentimiento. Como tal, soy amante de las películas cuya trama gira alrededor de una bella historia de amor, de toda clase de amor, desde los dramas y tragedias que por la evocación de tus recuerdos te provocan cortarte las venas, hasta el muy popular género de los finales felices de las comedias románticas.

He aquí algunas de mis favoritas, léase, las que he visto una y otra vez sin cansarme, sin orden de preferencia, sin atender a los críticos y con algunas omisiones involuntarias y otras tantas necesarias (por ejemplo, tratándose de las adaptaciones de mis libros favoritos al cine, en cuyo caso prefiero los libros).

* While you were sleeping (Mientras dormías). Una de las películas más tiernas que he visto en mi Vida. La primera vez que la vi, hace ya varios años, fue por recomendación de mi mamá (y miren que ella no es muy afecta al género). Me encantó. Sandra Bullock y Bill Pulman, quien en ese momento me pareció el hombre más dulce sobre la faz de la Tierra, hacen una bellísima pareja y la familia es de lo más divertida.

Esta peli confirma que, cuando menos lo esperas, la vida puede dar un giro total y ponerte en la situación que menos esperabas, que no planeabas en absoluto.

Mis escenas favoritas, aunque es realmente difícil elegir: el hielo en el portico, la casi boda y el dulce final… It was while you were sleeping…


* 10 things I hate about you (Diez cosas queodio de ti). Protagonizada por Julia Stiles y el adorado Heath Ledger. Se trata de una adaptación, bastante radical diría yo, de La fierecilla domada, de William Shakespeare, obra cuyos personajes principales son Petruccio de Verona y Catalina (¿checan la similitud?). Personalmente prefiero la película; no es que no me guste leer, al contrario, pero la historia original me parece un tanto misógina.

La banda sonora corre primordialmente a cargo de la banda Letters to Cleo, con canciones como I want you to want me y Cruel to be kind. Heath Ledger por su parte, me derritió cantando una de mis canciones favoritas de todos los tiempos: Cant’ take my eyes off of you (también soundtrack de Conspiracy Theory, con Julia Roberts y Mel Gibson). Esta peli me encanta por las situaciones divertidas, su inteligente guión, las escenas de amor y, bueno, también por el atractivo del protagonista.


* Stella. La primera vez que vi esta película terminé llorando. La excelente actuación de Bette Midler, una de las mejores que he visto, me llegó de verdad al corazón. A veces me sentía como la hija, interpretada por Trini Alvarado (excepto por lo del amoroso padre que nunca tuve), a veces me sentía como la madre. Esta historia lleva al límite el amor maternal y el sacrificio por la persona amada.

No sé si fue por cierta identificación, pero cada parte del guión me parece especial y, bueno, lo confieso, no puedo evitar llorar cada vez que la veo, o mejor dicho, cada vez que vuelvo a vivirla. La mejor escena (y la más triste también): la última vez juntas, con California dreamer como música de fondo (una canción muy significativa para ambas).


* Fever Pitch (Amor en juego). Una divertidísima comedia protagonizada por Drew Barrymore y Jimmy Fallon, sobre amor y béisbol. Una ejecutiva comprometida con su trabajo, con una carrera en ascenso, decide darse la oportunidad de conocer a un maestro de escuela, que resulta ser un encantador niñote (jaja, me suena) que le da un giro a su vida, entre ternura y algunos sinsabores.

Un montón de situaciones que te matan de risa (me gustó mucho la escena del hit, jaja), escenas tiernas (¡como la del jugador a ser nombrado!), muy buena química, personajes muy diversos y un bello y meloso final que te deja un muy buen sabor de boca. …Sweet Caroline, uoh uoh uoh…


* Working girl (Secretaria Ejecutiva). Let the river run, Carly Simon. Una de las preferidas también de mi madre. Protagonizada por Melanie Griffith y Harrison Ford. Lo que hace a esta historia tan bonita, es que se trata de una cenicienta urbana que, luego de saberse traicionada por su jefa (como quien dice la madrastra-hermanastra, interpretada por Sigourney Weaver), se involucra en el mundo de los negocios y las fusiones, gracias a su audacia y talento. En el camino, encuentra nada más y nada menos que a su amor perfecto. ¿Quién dijo que el amor y los negocios no combinan?

Una película muy inspiradora de finales de los 80’s, con un bello amor, una pequeña aparición de un Alec Baldwin estrafalario, como el ex, y Let the river run, de Carly Simon, como soundtrack, canción que varios años más tarde, retomaría Las exnovias de mi novio (La pequeña libreta negra), en homenaje, precisamente, a Carly y a Secretaria Ejecutiva.

* Never been kissed (Jamás besada). Por un lado puedes morirte de risa (o sentir pena ajena) por las situaciones más que absurdas que abundan en esta película, y por la otra, puedes suspirar con las escenas románticas protagonizadas por Drew Barrymore y Michael Vartan. Recuerdo que en aquel entonces yo me preguntaba por qué no tenía un profesor tan guapo y adorable como Sam Coulson, al que el chico “popular” no le llegaba ni a los talones.

Con música de Madonna (When you call my name), The Cardigans (Erase – Rewind), Beach boys (Don’t worry baby), Air Suply (I just die in your arms), entre otros, ésta es una de mis favoritas de siempre, sobre todo cuando tengo ganas de pasar un rato divertido, relajado y quedarme con un final más que feliz, ese que sólo te da el primer beso de verdad. Además, cada vez que la veo descubro un nuevo personaje en el baile de disfraces.


* Ghost. Esta película, protagonizada por Demi More y Patrick Swayze (a quien además adoro por sus movimientos en Dirty Dancing), es uno de los ya clásicos del romance puro, trágico, de la pasión, la traición y la ternura, con el inigualable toque de comedia de la genial Whoopi Goldberg. Desafía la lógica, la fe y nos regala el inolvidable Unchained melody.

¿Qué aprendí con esta película? Que siempre debemos expresar en todas sus letras, lo que sentimos a la persona amada. Un día puede ser muy tarde, y no siempre tendremos una segunda oportunidad, o una médium, para decirlo… Ditto…


* When Harry met Sally (Cuando Harry conoció a Sally). Esta comedia inteligente, protagonizada por Meg Ryan y Billy Crystal, es una de las más divertidas que he visto. Los personajes son exquisitos, definidos, y las actuaciones son muy buenas; se complementan de forma perfecta. Esta película demuestra que la atracción es inmediata y que bien puede manifestarse con un “me desagradas”, pero el amor de verdad, es un proceso de conocimiento, de entrega, de aceptación, de tiempo. La pregunta queda en el aire: ¿los hombres y las mujeres pueden ser amigos? Tomando en cuenta que en el pasado me enamoré de uno de mis mejores amigos, no puedo ser muy objetiva.

Las mejores escenas, al menos mis favoritas:

1. El orgasmo en la cafetería, jajaja, buenísimo.

2. El diálogo en el que Sally dice entre sollozos:

- Siempre he dicho que él no quería casarse, pero la verdad es, que él no quería casarse conmigo. […] - ¡… ¡Y voy a cumplir 40!

- ¿Cuándo?

- ¡Algún día!

3. Y el final, el momento en el que Harry dice: “…cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien deseas que el resto de tu vida empiece lo antes posible…”.



* A Walk in the Clouds (Un paseo por las nubes). Una bella película (adapatación de la italiana Cuatro pasos por las nubes, de 1942 y 1956) protagonizada por Aitana Sánchez-Gijón y Keanu Reeves, que envuelve en la naturaleza, la tradición, la familia, la cultura y sobre todo el amor.

Keanu Reeves no es precisamente el estereotipo de galán, pero creo que eso es lo que lo hace tan adorable en esta historia, en la que representa inocencia, ternura y protección.

Actúan además Anthony Quinn (a quien mi familia recuerda con cariño por Zorba el Griego), Giancarlo Giannini y Angélica Aragón.

He de decir que Si me llamas amor, me encanta, pues la relaciono irremediablemente con San Valentín (o con mi cumpleaños), el amor y las serenatas… No olvides prender la luz.

* Where the heart is? (¿Dónde quedó el amor?). Basada en el libro homónimo de Billi Letts, esta película que trata sobre el amor, la amistad, la maternidad y las lecciones de Vida, es simplemente adorable.

Cuenta con las actuaciones de Natalie Portman, Ashley Judd (para mi gusto muy buena actriz), Joan Cusack (divertidísima), James Frain como Fourney (el hombre más dulce), Dylan Bruno como Willy Jack (el idiota, quien en la peli interpreta el soundtrack That’s the beat of a heart), Sally Field (la odiosa madre) y Stockard Channing como Sister, entre otros.

Los mejores momentos:

1. El diálogo entre la pequeña Americus y Fourney:

- ¿Fourney, si le das chocolate a una vaca te dará leche con chocolate?

- Sí, y si la agitas muy rápido te dará crema batida.

- ¡Cielos Fourney, sabes mucho!

2. La conmovedora escena en la que Lexie (Ashley Judd) narra lo sucedido con sus hijos, una situación lamentablemente nada alejada de la realidad.

3. La boda de Lexie.


* Bella (Bella). Protagonizada por Eduardo Verástegui, con las actuaciones de Angélica Aragón Y Tammy Blanchard. Bella es una pequeña niña cuya historia comienza con un embarazo no planeado, la idea de un aborto y eventualmente una adopción que vino a colocarla en un lugar lleno de amor. José, es un hombre que lo había perdido casi todo (la fe, su carrera, la alegría de vivir), sostenido sólo por el amor y el apoyo incondicional de su familia, hasta su llegada.

Una historia de amor a la Vida, de esperanza, de apego a la familia y a las raíces, que muestra cómo todo puede cambiar en unos instantes... cuando creemos que sólo hay oscuridad, siempre hay una luz en el camino esperando por nosotros.


* The lake house (La casa del Lago). ¿Por qué me gusta esta película? Fuera de la cuestión del tiempo que dista entre los protagonistas –Keanu Reeves y Sandra Bullock- y de la forma en que se comunican, es la historia de dos personas que abren su corazón y su alma en cada palabra aún sin encontrarse y que esperan el uno por el otro a través del vaivén de su vida presente, entregándose, conociéndose de a poco, amándose de manera inexplicable.

Bien podríamos trasladarlo al amor a distancia geográfica, tan común (pero no por ello menos sublime) en estos días gracias a la red.

¿Pueden la espera, las causalidades aparentes y nuestras propias decisiones llevarnos a un final feliz… o “debo aprender a vivir la vida que tengo…”?

sábado, junio 27, 2009

REQUIESCAT IN PACE






Te conocí un día de agosto del año 2002. Cuántas cosas han pasado desde entonces.

¿Te acuerdas, por ejemplo, de Morelia en el segundo semestre? Una noche de antro, la burla de los amigos, de besos forzados que a mí me compraron una enemiga que me duraría toda la Universidad; de borrachera, de lamentaciones y al día siguiente de resaca y de mutismo.

Cuando nos encontrábamos después de eso, no sabíamos si esquivarnos o repetirlo, y esa situación se reproducía en cada reunión en la que nos veíamos por pertenecer al mismo grupo de amigos, sin serlo entre nosotros.

Pienso ahora en aquella serenata, que nunca mencionaste y de la que yo me enteré tardíamente, ya cuando tú habías vuelto a tu acostumbrada indiferencia.

Después me viste por primera vez con aquel sujeto, ¿lo recuerdas? Volviste a interesarte repentinamente y, ya con algunos tragos de más, casi te ganas una golpiza gracias a tu necedad. Lástima, yo en ese entonces estaba completamente idiotizada por el que sería mi novio y mi martirio por casi un año.

Cómo cosa del destino, una vez que yo terminé mi relación, ya tú habías iniciado una con una linda chica con la que duraste ¿cuánto? ¿5 años?

Alguna vez, ya siendo amigos, pudimos platicar al respecto.

Llegamos a la conclusión de que todo sucedía por una razón y de que, si las cosas no habían funcionado entre nosotros, fue porque quizá estábamos destinados a algo más. Probablemente habríamos terminado tempranamente y nunca nos habríamos vuelto a dirigir la palabra.

Fue así como, de mi amor frustrado, te convertiste en mi amigo, uno muy querido….


…A casi 7 años de haberte conocido, he recibido una noticia muy dolorosa.

Era sábado, un día bastante lluvioso. Por alguna razón, mi estado de ánimo iba perfecto con el clima. Una extraña tristeza me invadía. Cuando llegué a casa a comer, mi mamá me anunció que acababa de llamar Rocío, para comunicarme algo terrible. Corrí a llamarla y entre lágrimas me confirmó todo: ¡Habías muerto!

No podía creerlo. No era posible que eso te hubiera pasado, no a ti, no ahora, ¡nunca! Tomé mi foto de generación y lloré por ti buena parte de la tarde.

Esa noche, nos reunimos todos para velarte. Hacía rato que no nos veíamos. Fue terrible encontrarnos por la pena de perderte y no por un cumpleaños, o una boda o cualquier otra celebración, como había sido siempre.

Vi a tu mamá. Se notaba que sufría mucho. Aún no lo podía creer. Nadie en realidad.

Araceli, por su parte, estaba destrozada y con todo se las arreglaba para agradecernos el haber ido.

- No habríamos faltado, eso nunca – le dije. Y traté de confortarla recordándole el amor que sentían el uno por el otro.

Nos conducíamos de manera casi mecánica, sin importarnos en lo absoluto la torrencial lluvia. Algunos rostros demacrados, lágrimas en los ojos, caras tristes y largos silencios. Todos nos recibimos con un abrazo, como si quisiéramos llenar un espacio vacío.

No quise verte, preferí preservar tu imagen en mi memoria, una secuencia tuya que ahora se proyecta en mi mente y que no habría sido la misma si te hubiera observado en aquel momento.



…Hoy, en este día que promete ser también lluvioso, me he dado cuenta de que efectivamente, como muchos me dijeron, la vida continúa a pasos forzados, sin más inmediación que la rutina misma.

Que los sucesos diarios, que bien pueden ser los mismos o no serlo, nos jalan a la realidad para darnos cuenta de que tenemos que seguir acá.

Notar que todavía está aquel problema que comenzó días atrás; o que nuestros amigos que siempre nos han apoyado, en buenas y malas, nos necesitan para ser consolados, o para otra loca aventura como buscar un rey; que nuestra familia, que nos ama, tiene todavía aquel rollo del que no podemos y no queremos desprendernos; o que el trabajo tiene las mismas exigencias, y que no por el hecho de que estemos tristes, el ritmo baja (ojalá fuera así).

Los días, las semanas, los meses y luego los años pasarán... el recuerdo es el que siempre se queda.

Las cosas nunca vuelven a ser las mismas, porque esa persona que perdimos, tú, es ahora un lugar vacío... el que nunca se queda vacío es el lugar que le reservamos en nuestro corazón, aquel que sufrió cuando se fue, cuando te fuiste, y que tardará mucho en sanar… pero un día lo hará y podremos recordarle, recordarte, con alegría, preservando los buenos momentos, borrando las imágenes terribles y los malos ratos. Un día saldrá el Sol.


...Por todo lo que alguna vez nos dijimos y también por lo que no, por las cosas que tal vez dejamos en el aire, los asuntos inconclusos que ahora no culminaremos, por el cariño que siempre te he tenido y con el que siempre te recordaré, esto es para ti, mi amigo...


Francisco Javier Martínez González, descanse en paz.

domingo, abril 26, 2009

EL PRÍNCIPE SAPO





Desde pequeña, siempre creí que algún día encontraría a mi príncipe azul, a ese maravilloso ser que me salvaría de la desgracia y me conduciría de la mano por un camino de inmensa felicidad. Claro, esa es la idea que los cuentos te meten en la cabeza. Sin embargo, la realidad es muy distinta.

Tuve mi primer novio a los 13 años de edad. Antes de eso, me conformaba con escuchar a mis amigas de la escuela, menos tímidas, sobre enamorados y besos con los que yo sólo soñaba con fervoroso pero inútil deseo. Debe ser por eso que con gran rapidez, acepté a un chico mayor que, si bien no era el primero que me movía el tapete, sí era el primero que se atrevía a acercarse en otro plan. Fue él quien me dio mi primer beso, uno no muy agradable, pero al fin beso. Éramos polos totalmente opuestos: en pocas palabras, él el rebelde y yo la del cuadro de honor. Evidentemente, las cosas no podían durar mucho y, luego de un par de semanas intensas para la edad, me dejó por una nueva niña con la que luego hizo lo mismo. Ese fue el inicio de una larga carrera de desengaños, en los que burdamente fui aprendiendo a ponerme de pie, como podía, como no sabía, como mi corazón lastimado y mi ego pisoteado me lo permitían.

Pasé por relaciones verdaderamente dolorosas. Como los tres años en que anduve con un hombre basura, que se encargó de mantener mi autoestima muy por debajo del nivel aceptable. Yo siempre creía en sus promesas. Luego de que por fin me decidí a mandarlo al diablo, cual si se hubiera abierto la caja de Pandora, descubrí muchos de sus sucios secretitos, entre los que destacaba la doble infidelidad que sostenía con la esposa de su jefe (doble por su jefe y por mí) a cambio de una cómoda manutención.

Pero la más terrible fue, por supuesto, la más duradera, con un chico del que me enamoré tres veces: una vez lo lastimé, dos veces lo hizo él, la tercera en forma definitiva. Diez años estuvimos en el vaivén de amores, de rupturas y hasta de planes maritales, pero entre tanto complicarnos cada vez más la vida y entre acciones que terminaron por hacernos daño (como el hecho de que él iba a tener un hijo con otra mujer de su pasado), rompimos el hilo que nos unía; mejor dicho él lo rompió, pues un mal día se alejó sin explicaciones. Lo último que supe de él, hace realmente poco, fue que tarde que temprano regresó con la madre de su niña y que fracasó su negocio.

En el inter, me enamoré locamente del que creía mi alma gemela. Me tomó más de un año darme cuenta de que él no me quería tanto como parecía, o como yo quería creer, y que por ese detallito insignificante (ja), no era para mí. La recuperación, en cambio, fue mucho más larga y, si bien el número de canciones creció desmesuradamente en mi biblioteca musical (la mayoría de desamor), me convertí en una mujer dependiente ante sus ojos y ante los míos propios.

Pese a que a partir de ello, mi cautela aparentemente aumentó, me vi envuelta en una serie de relaciones insípidas, con tipos para nada convenientes, desde el típico sujeto que sólo me quería para satisfacerse pero que para nada sabía cómo satisfacer a una mujer (de estos me encontré a dos), hasta el hombre que me ocultó su condición de casado por algunos meses, hasta que se le cayó el teatrito; desde el tipo indeciso con el que nunca llegaría a ningún lugar, o el mentiroso compulsivo, hasta el freaky lastimero, paranoico y sospechosamente esquizofrénico.
 
Luego me aventuré en la vida de casada o un hombre más que distinto a mi, pero que ilusamente creí podía ser mi complemento... un matrimonio tormentoso al que felizmente le puse fin con toda la dignidad posible y con un regalo hermoso de Dios: mi bebita.

Con todo, me dí cuenta de dos cosas: En primera, que el príncipe azul no existe, al menos no en la ilusa concepción de mi niñez Prueba de ello es la sarta de sapos que me encontré en el camino. Hubo un tiempo en el que hasta busqué al príncipe verde y a mis amigas les constará.

La segunda, y tal vez la más difícil de aceptar, es que yo tuve mucho que ver en ello. Incluso llegué a pensar que había realmente algo muy malo conmigo, o que estaba salada, como para atraer a tanto perdedor. Ahora puedo ver, ya con un poquito de objetividad, que lo que pasó fue que tomé decisiones equivocadas y que tan sólo una acción de mi parte, como alejarme en definitiva de esa situación nociva, me habría cambiado la Vida.

Sin embargo, sé que si no hubiera cometido esos errores, no sería hoy quien soy. Me falta mucho por aprender, pero al menos creo que me han servido las malas experiencias, para adquirir seguridad y para definir más mi identidad.

Ahora, vivo una etapa completamente diferente, libre, nunca en soledad eso sí, con mucho amor en todos los sentidos, feliz sobre todo conmigo misma, pues yo soy mi verdadero complemento; con mi hija, el verdadero amor de mi vida, quizá sin estar completamente segura de por dónde o cómo ir… ya se me ocurrirá algo.

jueves, marzo 19, 2009

TE JURO QUE NO ES OBSESIÓN

Hace un par de años, mientras me recuperaba (otra vez) de una nefasta y dolorosa relación que luego de un buen tiempo terminaba (otra vez), conocí a un chico bastante, cómo decirlo, lindo. Era sumamente cortés, cariñoso, tímido, lo que exudaba cierta ternura. Era, en pocas palabras, un hombre al que muchas chicas querrían para una relación seria y estable. Sin embargo, honestamente, no era mi tipo.

Creo que debí ser más clara en este punto, porque pese a mi resistencia, la escasa resistencia que me permitió el alcohol en medio de una fiesta, el muchacho hizo de cuenta que nos gustábamos y me vi atrapada en el inicio de una relación que no quería, sin saber bien cómo decírselo para no herir sus sentimientos (sentimientos que, probablemente en medio de mi ebria soledad, yo había fomentado).

Luego de mucho pensarlo (mala señal), decidí darle y darme la oportunidad. Todo iba muy bien al principio. Me gustaba su timidez, la forma en que me trataba y, aunque era evidente que no había mucha química, nos esforzábamos por hacer que las cosas funcionaran.

No tardé mucho en darme cuenta (sus besos me lo dijeron), de que no había tenido muchas relaciones en su Vida, que si bien no era muy larga, al menos sí lo era más que la mía. Al principio eso no fue ningún problema; comenzó a serlo cuando pequeños detalles sacaron a relucir que se estaba aferrando poco a poco a mí, en escasas tres semanas.

La primera vez que lo noté, fue un día que no estuve disponible para verlo, por un compromiso familiar. Olvidé el celular en casa. Cuando regresé tenía cerca de 20 llamadas perdidas y un par de mensajes: en uno de ellos me reclamaba y en el otro me justificaba.

No pasó mucho tiempo para que el incidente se repitiera. Pero el más notorio, fue aquella vez en que mi teléfono se descargó totalmente, y salí a hacer compras con mi mamá. Nuevamente, cuando regresé, me encontré con la noticia de que, en repetidas ocasiones (cada quince minutos aproximadamente), habían llamado a la casa preguntando por mí; era siempre el mismo hombre, obviamente cambiándose el nombre, como temiendo que me estuvieran negando. Al saber esto, prendí mi celular y me encontré con varios mensajes preocupantes.

Cuando le llamé y le anuncié que necesitaba hablar con él, se puso medio paranoico; típico: que si vas a terminar conmigo, que si ya no me quieres, que qué está pasando. De la manera más sincera, le repetí que sólo quería hablar con él. Y era así. Quería poner las cosas en claro, aterrizarlas un poquito y por qué no, continuar con la relación, aún cuando a esas alturas del partido no sabía exactamente que era lo que estaba haciendo.

Pese a que quedamos de vernos al día siguiente, un consejo probablemente recibido de su almohada, le dijo que lo mejor era anticiparse y terminar conmigo antes de que yo lo hiciera. Y, efectivamente, terminó conmigo. Un mensaje me comunicó la liberadora noticia, que más que pesar, me causó alivio de no tener que llevar más allá una situación que a todas luces no podía prosperar.
El problema fue que tal vez se lo dejé ver bastante claro, porque repentinamente, de su fingida indiferencia pasó a verdadera desesperación.

La única solución a la que pude aferrarme (aunque en este caso el aferrado era él), fue hablar ahora sí, fuerte y claro sobre mis sentimientos. No estaba dispuesta a cometer dos veces el mismo error y caer nuevamente en una demagogia que me atrapara en estoicismos.

Y bueno, aunque nos costó un buen rato de desveladas, cuentas de teléfono elevadas, una que otra lágrima y mucho sentimiento de culpa, poco a poco aquel ideal que se había formado se desvaneció, nuestra versión distorsionada del amor se acabó y sólo quedamos dos seres humanos incompatibles que se debían apenas el saludo.

Creo que uno de los motivos por los que nos asimos a una persona, es la idealización. Tal vez a veces también influya el pensamiento de que si dejamos ir aquella oportunidad que se presenta de repente, por mucho que no sea buena para nosotros, no habrá nada más.

Ambas situaciones redundan en el error y nos pueden hacer caer en una situación dañina a distintos niveles, no sólo para nosotros, sino para el objeto de nuestro afecto.

Afortunadamente, mi episodio como blanco obsesivo hasta cierto punto, no duró mucho ni fue tan profundo. No cabe duda que es mejor hablar claro desde el inicio para evitar la situación, o estando ya en ella, hacerlo cuando el asunto es aún incipiente, antes de que las cosas se tornen aún más difíciles a nivel de estabilidad emocional.

Cuando una opta por ser enteramente sincera sobre lo que quiere y más aún, sobre lo que no quiere, no pasa de que se convierta en la villana insensible que rompió sin misericordia su corazón y mató sus ilusiones y a la que odiará con todas sus fuerzas por mucho, mucho tiempo; o en la mujer de sus sueños, inalcanzable, a la que no puede dejar de pensar, a la que le dedica canciones de dolor y frases tristes, a la que buscará por varios meses con la esperanza de que recapacite; o peor aún: en ambas a la vez.


[Acá les dejó un video que me encontré. Se trata de una animación relacionada precisamente con esas obsesiones que todos tenemos. Nos muestra también que no sólo tendemos a aferrarnos a las personas. Chéquenlo. Está interesante y te deja pensando.]






jueves, enero 15, 2009

ESCRITO EN MIS SUEÑOS...

LXIV
A la letra escribí tu beso,
tu eclipse personal,
tu amor y tu cuerpo, tu manera de amar.
Me condensé lentamente en el calor de tus brazos,
en la sensación de perpetuidad,
en tus labios, tus silencios,
en tu clímax, en tu paz.
Tú mi remanso, mi euforia,
mi amor, mi cáliz de Vida,
mis sueños de libertad,
mi cielo y mi luz,
mi todo, mi eternidad.

Blanca Crystal Lomeli Vargas

miércoles, enero 14, 2009

DERECHO A LA VIDA...


Ayer ví por primera vez un video que ha estado circulando por diversos medios (con el que posiblemente ya se han topado). Mi hermana me lo mostró mientras la visitaba y no pude contener el llanto; de verdad, lloré a mares, mi hermana lloró conmigo, otra vez.
 
Se trata de una historia contada por un bebé, palabras que dirige a su madre desde los primeros días de la concepción, en la que va relatando pasajes de su desarrollo y comparte sentimientos y pensamientos, en relación a todo lo que a ella (su mamá) le sucede.

Finalmente cuenta cómo la susodicha se deshace de él, mediante un procedimiento abortivo. Y el bebé grita!, llora de dolor!, suplica!, promete ser bueno a cambio de que le permitan seguir viviendo!....

Siempre he estado en contra del aborto, no por motivos religiosos, ni siquiera legales (como podría esperarse), sino por el innegable derecho a la Vida. Pero creo que en esta ocasión me sentí más indignada por el hecho y fui más sensible al dolor que ahí se expresa, porque mi hermana va a ser mamá.

Recordé entonces la historia de mi madre. Estaba sola, pues mi padre se alejó como el cobarde que siempre ha sido, su madre (o sea mi abuelita), no la apoyó en un inicio, era bastante joven, se había quedado sin empleo cuando descubrió que estaba esperándome. Y aún cuando la rodeaban todas las condiciones con las que cientos de mujeres que deciden abortar, se justifican, ella decidió tenerme sin pensarlo siquiera, me amó desde el primer instante.

La historia de mi hermana ha sido muy distinta. Todos la hemos apoyado desde el comienzo, su esposo adora ya a su bebé y mi madre está que no cabe de la felicidad con su primer nieto (va a ser niño, por cierto). Probablemente mi historia será también afortunada; pero, aún si no lo fuera, sé que no sería capaz de negar el derecho a la Vida (en todos los aspectos: biológico, espiritual...), de truncar el vuelo de un angelito.

Considero que el aborto en sí no se trata de una decisión inherente, sino de un escape. Y bueno, aunque siempre hay opiniones encontradas sobre otras situaciones como el aborto terapéutico y el que se da bajo las causales de un hecho ilícito (violación), siempre, y ésta es mi humilde opinión, hay otras opciones.