sábado, junio 27, 2009

REQUIESCAT IN PACE






Te conocí un día de agosto del año 2002. Cuántas cosas han pasado desde entonces.

¿Te acuerdas, por ejemplo, de Morelia en el segundo semestre? Una noche de antro, la burla de los amigos, de besos forzados que a mí me compraron una enemiga que me duraría toda la Universidad; de borrachera, de lamentaciones y al día siguiente de resaca y de mutismo.

Cuando nos encontrábamos después de eso, no sabíamos si esquivarnos o repetirlo, y esa situación se reproducía en cada reunión en la que nos veíamos por pertenecer al mismo grupo de amigos, sin serlo entre nosotros.

Pienso ahora en aquella serenata, que nunca mencionaste y de la que yo me enteré tardíamente, ya cuando tú habías vuelto a tu acostumbrada indiferencia.

Después me viste por primera vez con aquel sujeto, ¿lo recuerdas? Volviste a interesarte repentinamente y, ya con algunos tragos de más, casi te ganas una golpiza gracias a tu necedad. Lástima, yo en ese entonces estaba completamente idiotizada por el que sería mi novio y mi martirio por casi un año.

Cómo cosa del destino, una vez que yo terminé mi relación, ya tú habías iniciado una con una linda chica con la que duraste ¿cuánto? ¿5 años?

Alguna vez, ya siendo amigos, pudimos platicar al respecto.

Llegamos a la conclusión de que todo sucedía por una razón y de que, si las cosas no habían funcionado entre nosotros, fue porque quizá estábamos destinados a algo más. Probablemente habríamos terminado tempranamente y nunca nos habríamos vuelto a dirigir la palabra.

Fue así como, de mi amor frustrado, te convertiste en mi amigo, uno muy querido….


…A casi 7 años de haberte conocido, he recibido una noticia muy dolorosa.

Era sábado, un día bastante lluvioso. Por alguna razón, mi estado de ánimo iba perfecto con el clima. Una extraña tristeza me invadía. Cuando llegué a casa a comer, mi mamá me anunció que acababa de llamar Rocío, para comunicarme algo terrible. Corrí a llamarla y entre lágrimas me confirmó todo: ¡Habías muerto!

No podía creerlo. No era posible que eso te hubiera pasado, no a ti, no ahora, ¡nunca! Tomé mi foto de generación y lloré por ti buena parte de la tarde.

Esa noche, nos reunimos todos para velarte. Hacía rato que no nos veíamos. Fue terrible encontrarnos por la pena de perderte y no por un cumpleaños, o una boda o cualquier otra celebración, como había sido siempre.

Vi a tu mamá. Se notaba que sufría mucho. Aún no lo podía creer. Nadie en realidad.

Araceli, por su parte, estaba destrozada y con todo se las arreglaba para agradecernos el haber ido.

- No habríamos faltado, eso nunca – le dije. Y traté de confortarla recordándole el amor que sentían el uno por el otro.

Nos conducíamos de manera casi mecánica, sin importarnos en lo absoluto la torrencial lluvia. Algunos rostros demacrados, lágrimas en los ojos, caras tristes y largos silencios. Todos nos recibimos con un abrazo, como si quisiéramos llenar un espacio vacío.

No quise verte, preferí preservar tu imagen en mi memoria, una secuencia tuya que ahora se proyecta en mi mente y que no habría sido la misma si te hubiera observado en aquel momento.



…Hoy, en este día que promete ser también lluvioso, me he dado cuenta de que efectivamente, como muchos me dijeron, la vida continúa a pasos forzados, sin más inmediación que la rutina misma.

Que los sucesos diarios, que bien pueden ser los mismos o no serlo, nos jalan a la realidad para darnos cuenta de que tenemos que seguir acá.

Notar que todavía está aquel problema que comenzó días atrás; o que nuestros amigos que siempre nos han apoyado, en buenas y malas, nos necesitan para ser consolados, o para otra loca aventura como buscar un rey; que nuestra familia, que nos ama, tiene todavía aquel rollo del que no podemos y no queremos desprendernos; o que el trabajo tiene las mismas exigencias, y que no por el hecho de que estemos tristes, el ritmo baja (ojalá fuera así).

Los días, las semanas, los meses y luego los años pasarán... el recuerdo es el que siempre se queda.

Las cosas nunca vuelven a ser las mismas, porque esa persona que perdimos, tú, es ahora un lugar vacío... el que nunca se queda vacío es el lugar que le reservamos en nuestro corazón, aquel que sufrió cuando se fue, cuando te fuiste, y que tardará mucho en sanar… pero un día lo hará y podremos recordarle, recordarte, con alegría, preservando los buenos momentos, borrando las imágenes terribles y los malos ratos. Un día saldrá el Sol.


...Por todo lo que alguna vez nos dijimos y también por lo que no, por las cosas que tal vez dejamos en el aire, los asuntos inconclusos que ahora no culminaremos, por el cariño que siempre te he tenido y con el que siempre te recordaré, esto es para ti, mi amigo...


Francisco Javier Martínez González, descanse en paz.